Este 23 de octubre se celebra el Centenario del nacimiento de Gianni Rodari. Si quienes están leyendo vienen del mundo de la pedagogía, del magisterio o a padres y madres de varias generaciones, rápidamente tendrán en la cabeza Cuentos por teléfono o la Gramática de la Fantasía.
Pero quizá no están entre las personas afortunadas que hemos podido disfrutar de este magnífico cuentista y, aprovechando el recuerdo que se le rinde, gusten en detenerse un ratito en este artículo y conocer a este revolucionario de la pedagogía. Un obrero de la palabra y la fantasía. Busquen un rinconcito cómodo, aprovechen los primeros fríos para echarse una mantita y acompáñenos en este viaje maravilloso.
Echemos un vistazo rápido a su vida: Rodari nació en Italia en octubre de 1920 y murió poco después de su último viaje a la URSS a los 59 años. Fue periodista, maestro, pedagogo de la fantasía, poeta, guionista, educador, militante comunista y revolucionario de la literatura infantil. Parece que le tentó durante una época el violín, pero finalmente se decantó por la literatura: Schopenhauer, Nietzsche, Engels, Marx, Stalin o Trotski…era previsible que acabara estudiando Humanidades y comenzara a dar clases que, según él mismo recordaba, no eran de mucha calidad, pero en las que nadie se aburría.
Estalla la Segunda Guerra Mundial y, aunque queda exento del servicio militar, las cosas no vinieron muy bien: el dicho “más hambre que un maestro de escuela” no surgió porque sí y la falta de dinero le obliga a pedir trabajo en la Casa del Fascio. Donde, por supuesto, le obligan a afiliarse al Partido Nacional Fascista, como requisito indispensable para poder ejercer como funcionario.
Ya había sentido simpatías por la resistencia, pero el envío de su hermano Cesare a un campo de concentración nazi de Alemania (si se lo preguntan: sí, sobrevivió), así como la muerte de dos de sus mejores amigos, hace que las simpatías crezcan y estrecha el contacto con la resistencia lombarda hasta que el 1 de mayo de 1944 se afilia al PCI.
Por fin acabada la guerra, Rodari empieza a destacar como periodista en medios pertenecientes al partido comunista y socialista, entre ellos L´Unitá. Posteriormente se traslada a Roma para fundar y dirigir el semanario juvenil El Pionero, de la API (Associazione Pionieri d'Italia ). Es en estos años cuando empieza a ponerse interesante la historia porque Rodari adquiere una relevancia inesperada (o quizá no). Además de la revista Pioneros, publica su Manual del Pionero, y el Vaticano decide excomulgarlo por adoctrinar a la infancia (por favor, no se rían). También, siguiendo el rito habitual, proceden a quemar sus libros en los patios parroquiales.
No parece que la excomunión hiciera mucha mella en el ánimo pedagógico y escritor de nuestro hombre porque después de esto llegan más y más medios de comunicación y libros, convirtiéndose en una verdadera referencia.
También empieza en esa época su relación con la Unión Soviética, a la que viajaría por primera vez en 1952 y no dejó de hacerlo hasta casi su muerte. Y al hilo de esto, una curiosidad: de esos primeros años son Las aventuras de Cipollino. No ha sido de los libros más reconocidos en nuestro país, pero pegó fuerte en la URSS. Suponemos que el hecho de tener un protagonista como el niño Cebolla, que se enfrenta al malvado caballero Tomate y lucha contra la opresión, se critica al totalitarismo, al feudalismo, a la desigualdad social, a la injusticia, a la monarquía, debió tener bastante que ver.
¡Acabó en varias adaptaciones cinematográfica e incluso un ballet!
Y es que toda la obra de Gianni Rodari responde a su convencimiento en el poder liberador de la fantasía y la diversión como vehículo de formación didáctica. En un contexto donde “la letra con sangre entra” aún era dogma mayoritario, Rodari significó una revolución.
Es muy difícil hacer una selección de las obras de Rodari: puedes conocer historias maravillosas como “El semáforo Azul” en Cuentos por teléfono, aprender a jugar con las historias, los finales y las palabras en Cuentos para Jugar o conocer a un hombre viejísimo que gracias a una secreta técnica oriental comienza a rejuvenecer hasta convertirse en un bebé en la genial historia de Érase dos veces el Barón Lamberto, donde también se abordan cuestiones sociales.
También pueden aprender a fantasear y, para eso, nada mejor que Gramática de la Fantasía o Escuela de Fantasía, que debería ser de obligada lectura para toda aquella persona que aspire a la transformación social. Ahí podrán aprender técnicas para desarrollar la creatividad e imaginación: El binomio fantástico, contar cuentos al revés, hacer ensaladas de cuentos, fantasear con “qué pasaría sí” o inventarse los finales.
Decía Rodari que “El cuento de hadas es el lugar de todas las hipótesis”. Quizá, si queremos construir otro mundo y otra sociedad completamente distinta a la que tenemos ahora mismo, sería mucho más útil que empezáramos a leer cuentos, a imaginar mundos improbables y a jugar con las palabras. Rodari, revolucionario de la palabra y la fantasía, nunca dejó de reivindicar el papel liberador de la fantasía. Soñar y jugar deberían ser mandatos revolucionarios.
Y si alguien tiene la tentación de desechar el papel revolucionario de los cuentos, recuerden que, a veces, la única manera de contar verdades dolorosas es hacerlo con una mirada infantil.
Os animamos a buscar entre sus libros y disfrutar de este fantástico y emblemático autor.